Odessa— Rosa María y Rosie Granados bebieron café en un porche dentro de la entrada de su casa, escondidas de la vista. Disfrutaron de la tranquilidad en el barrio habitualmente concurrido y ruidoso del centro de la ciudad el sábado por la mañana. El calor del verano aún no había llegado.
A la calma se sumaba una sensación compartida de incredulidad entre madre e hija. Cinco años atrás, sus vidas habían sufrido un cambio irreversible cuando Mary, la hermana gemela de Rosie, murió en un tiroteo.
Y hace pocos días, esta ciudad del oeste de Texas conmemoró la tragedia con un monumento dedicado a las vidas que su comunidad perdió a causa de un tirador. Los Granados intentan y quieren seguir adelante, pero el dolor que trae esa semana es particularmente intenso en cada aniversario.
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“Es como si el tiempo pasara, pero también se congelara”, dijo Rosie Granados.
Lo tienen grabado en la mente: el 31 de agosto de 2019, un pistolero solitario corrió por una autopista, estacionamientos comerciales y vecindarios y disparó su rifle indiscriminadamente contra civiles. Mató a siete e hirió a 25. Para honrar a las personas que perdieron, los habitantes de Odessa se reunirán en la universidad local el jueves para presenciar un monumento grabado con sus nombres que se erigirá en una plaza recién construida. El monumento representa el dolor compartido y las heridas invisibles que, según los consejeros, son difíciles de reconocer.
La estructura, un cilindro de bronce de 3.3 metros esculpido por Jim Sanborn, lleva grabados los nombres de los muertos y heridos con mensajes de sus familiares. En su centro, una bombilla iluminará la escritura del cilindro, un recordatorio para encontrar la luz en los momentos más oscuros, dijo Randy Ham, director ejecutivo de Odessa Arts.
“El arte es algo a lo que recurrimos en momentos de estrés y malestar”, dijo Ham, quien administró el proceso de selección del monumento. “Recurrimos a él como observadores o como un medio para canalizar nuestro dolor, nuestra ira, así que poder tener un lugar donde el arte esté presente para consolarnos, estoy realmente orgulloso de eso”.
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También es un recordatorio tangible del evento, dijo Chandra Wiginton, directora del programa en el Centro de Resiliencia Familiar de la Cuenca Pérmica, un centro de asesoramiento financiado por el estado que abrió después del tiroteo.
“También nos ayuda a no olvidar a los que hemos perdido, lo cual es importante”, dijo.
El sábado anterior a la presentación del monumento, Rosa María recordó estar sentada en el porche. La familia se mudó a Odessa desde Ciudad Juárez en 2005. Su madre quería una vida mejor para sus tres hijas, Liliana, Rosie y Mary. Los trabajos aquí pagaban más y finalmente compró la primera y única casa de la familia. Allí crecieron Rosie, Mary y su hermana Liliana.
Rosa María vestía un polo gris, pantalones negros y zapatillas de tenis.
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La mujer de 57 años llevaba el pelo recogido en un moño, con mechones grises entre el flequillo negro. Las bolsas bajo sus ojos lucían azuladas en el amanecer sin sol. Entre sus labios, encendía un cigarrillo tras otro. En pocas horas empezaría a trabajar. Le encanta su trabajo en el hotel, donde trabaja en el servicio de limpieza. La mantiene ocupada, dijo, pero primero necesitaba descansar las piernas.
Se sentó frente a Rosie, de 34 años, que pronto cuidaría de sus hijos, Justine y Joe, que dormían dentro de la casa en la que habían vivido durante casi dos décadas.
A unos metros de distancia, en el interior de la casa, retratos de Mary decoraban las paredes. Junto a uno de los marcos, la familia colgaba una placa de la Asociación Nacional de Carteros, cuyos miembros expresaban su solidaridad con Mary, una empleada de correos. En el centro de la sala de estar familiar, en un estante encima del televisor, Rosie y su madre dispusieron una especie de altar: figuras de ángeles de cristal, la Virgen María y una vela alrededor de una foto de Mary. En la habitación de Mary guardan una manta acolchada, un regalo de la Cámara de Comercio de Odessa.
El hogar es un refugio. Aunque conocen el vecindario, la mayoría de las veces se mantienen apartados. Se sintieron abrumados por la atención que recibieron después del tiroteo. Dijeron que surgieron teorías conspirativas. Rosa María dijo que prefiere ocupar su mente con el trabajo a pesar de las exigencias físicas.
‘Como si volviera a suceder’
Un evento que disfrutan es la reunión anual de sobrevivientes. Es un momento en el que pueden ver a otras familias, sentirse apoyados por otras personas de la comunidad y orar. Pero con la reunión llega el dolor.
“Cada año es más difícil”, dijo Rosa María. “Es como si volviera a suceder”.
La policía tardó 52 minutos en detener al tirador tras darse cuenta de que estaba tendiendo una emboscada a los habitantes de Odessa desde un coche en movimiento. La naturaleza del tiroteo complicó la respuesta de la policía, a pesar de que varias agencias apoyaron la búsqueda.
El tirador comenzó su alboroto después de que lo despidieran de su trabajo esa tarde a la 1:27 pm. A las 3:17 pm condujo 13.5 millas al este hacia Midland y se encontró con dos policías estatales cerca de una carretera. Disparó contra la patrulla, hiriendo a uno en la cara. Esa información no llegaría al Departamento de Policía de Odessa hasta más tarde, cuando regresó a Odessa.
El tirador disparó contra los transeúntes que se encontraba en el arcén de la carretera, en una autopista, en un aparcamiento comercial y en un barrio. La mayoría de las personas estaban en sus coches, según un informe del Departamento de Seguridad Pública de Texas.
Cuando se dieron cuenta de que había un tirador suelto, el jefe de policía de Odessa, Mike Gerke, dijo que su unidad no estaba preparada para la movilidad del tirador. Los agentes habían recibido formación para detener a un tirador en un lugar fijo. Este tirador no lo estaba.
Cuando un tirador está en movimiento, “la mayoría de los problemas son encontrarlo”, dijo Gerke.
Gerke no pudo advertir a la ciudad del oeste de Texas lo suficientemente rápido. En ese momento, dijo, la policía solo pudo alertar a los residentes a través de las redes sociales y la prensa. Convocó a toda la fuerza policial, aproximadamente 50 oficiales, algunos de los cuales persiguieron al tirador en sus vehículos personales. Finalmente, la policía de Midland y los policías estatales se unieron a la búsqueda hasta que los oficiales lo encontraron y lo mataron.
Gerke dijo que la unidad ha mejorado en los años transcurridos desde entonces. El departamento de policía tiene lectores de matrículas para rastrear vehículos robados o desaparecidos y aquellos con órdenes judiciales. Dijo que no es una tecnología innovadora, pero que, de todos modos, no tenían los recursos en ese entonces. El representante estatal Brooks Landgraf , republicano de Odessa, también patrocinó un proyecto de ley que creó un sistema de alerta en caso de otro tiroteo. En mayo de 2021, el gobernador Greg Abbott lo convirtió en ley. Se denominó Ley Leilah Hernández en honor a una de las víctimas.
En algún momento de su ataque, el tirador llegó al lado este de la ciudad, donde Kelby Davis y sus dos hijos se dirigieron a un supermercado. La familia estaba comprando bocadillos para ver un partido de fútbol universitario, dijo Davis. Quería darles nuggets de pollo a los niños.
Mientras esperaban en un semáforo frente al supermercado, una bala atravesó la ventanilla del coche e impactó en el metal de un asiento de su coche. La bala se astilló en el impacto, hiriendo a su hija Anderson, que tenía apenas un año y unos meses más, que estaba en el asiento trasero.
Davis se mostró agradecida con los bomberos que estaban cerca y que estaban atendiendo a otras víctimas. Llevaron a la familia al hospital y, en cuestión de horas, la niña estaba camino a Lubbock para ser operado. A Anderson todavía le están creciendo los dientes que perdió ese día.
En la actualidad, Anderson es una niña de seis años llena de energía y de espíritu deportivo, dijo Davis. Es más alta que su hermano gemelo. Juega al fútbol americano, al béisbol, al fútbol y al baloncesto.
Cosechando alegría
“La tragedia no te define, sino cómo creces a través de ella”, afirmó Davis.
Davis estaba corriendo por la ciudad el sábado antes de la ceremonia de dedicación, preparándose para una semana agitada de llevar a los niños a la escuela y a las prácticas.
En los cinco años transcurridos desde el tiroteo, Davis, su marido Garret y sus hijos Anderson, Rhett y Maverick intentan cosechar alegría todo el año. La familia se ha volcado en la Children’s Miracle Network, una organización benéfica de alcance nacional administrada por el hospital regional que atiende a 17 condados de la Cuenca Pérmica. Davis ayuda a recaudar dinero y a crear conciencia sobre los niños que necesitan tratamiento o cirugía.
Davis, un profesor que enseña cursos de negocios en línea para la universidad local, también dirige servicios de adoración en varias iglesias.
“Simplemente hacemos lo que podemos para devolver de esa manera”, dijo Davis. “Es difícil porque este evento creó un punto en común entre todos nosotros, pero también todos nos recuperamos de manera muy diferente. Tenemos un recordatorio visual de curación y esperanza en nuestra hija de seis años, Anderson, todos los días. Pero no todas las familias son tan afortunadas”.
De regreso a la casa de los Granados, Rosie y Rosa María miran retratos de Mary en sus teléfonos, con la esperanza de encontrar un lado positivo, pero los recuerdos son agridulces.
A Mary le encantaba la comida china, en particular los rollitos de primavera. Sus sobrinos y sobrinas eran como sus propios hijos. Los colmaba de abrazos y besos. Y trabajaba duro. Era raro que faltara a un turno. Era generosa con su sueldo y pagaba la gasolina y los comestibles de la familia. Para el cumpleaños de su hermana gemela, le regaló un coche. Y en esos cumpleaños, sin falta, escribía cartas.
“Ella quería hacer del mundo un lugar mejor, pero era sólo una persona”, dijo Rosie.
Murió durante su turno. Rosie estaba hablando por teléfono con ella cuando ocurrió. Cuando Rosie escuchó a su hermana gritar, pensó que un perro la había mordido, algo que ya había sucedido antes. Trató de avisar a la oficina de correos, pero no pudo pasar el sistema automático. En los años posteriores a su muerte, se sintió culpable porque Mary se sentía mal ese día y debería haber insistido más en que se quedara en casa para recuperarse, dijo. Es más fácil ahora, hasta el aniversario.
Rosa María resiste las lágrimas cada vez que pronuncia su nombre. Ha encontrado consuelo en la religión, aunque a veces no entiende la decisión de Dios de arrebatarle a su hija, pero está agradecida por el tiempo que tuvo. Los cigarrillos, dice, la ayudan a calmar las olas de dolor.
Y se distrae con los retratos de María, donde ella está sonriendo.
